Nada más flexible y maravilloso que el cuerpo de un recién nacido.
Al momento del parto la flexibilidad es total, esto favorece para que el niño
pase por el canal del parto.
Una vez nacido las formas se armonizan, se definen y apenas si endurecen,
cada movimiento del recién nacido, es una danza de vida.
Con este simple ejemplo podemos ver que la flexibilidad es florecimiento de la
vida.
Al otro extremo tenemos las rigideces de la vejez, en donde los movimientos
dejan de ser armónicos, cuesta moverse, todo se ha endurecido, tienen rigidez.
El cuerpo nos encadena, pero más nos encadena, nuestras ideas rígidas y eso
es a cualquier edad.
Es verdad que podemos retrasar el envejecimiento, manteniendo una actitud
flexible, ya que en el cuerpo se reflejan todos nuestros estados mentales.
Se envejece con mayor rapidez con la rigidez en los pensamientos, la
inflexibilidad, la queja, la intolerancia, la desconfianza, el rechazo…
Dentro de esta escala entra la crítica, ese estado constante de juzgamiento,
exigencia de perfeccionismo, del reclamo y la desaprobación.
Siempre recuerdo cuando Soledad, mi maestra, aquella que me guió para
entender lo que realmente es practicar el Ho ́oponopono, me dijo:
“En Ho ́oponopono no se reclama, sólo se informa lo que se necesita”
Entendí entonces, que cuando reclamas, en primer lugar estás poniéndote en
la posición de víctima y luego estás disminuyendo o criticando la actuación de
la otra persona.
Cuando informas lo que necesitas, te estás comunicando desde tu ciento
por ciento de responsabilidad al mismo nivel con la otra persona y lejos de
criticarla le estás dando una oportunidad de hacer un servicio.
Qué simple y qué profundo ¿verdad?
La palabra “pono” en hawaiano significa tanto rectitud cuanto flexibilidad, es tan
claro y contundente, se puede ser recto y a la vez flexible.
Otro aspecto para trabajar, es el perfeccionismo, es sentir que nunca es
suficientemente bueno y eso no quiere decir que no tratemos de mejorar cada
vez más, somos seres humanos perfectamente imperfectos,
y es tratando de mejorarnos a nosotros mismos que avanzamos, pero ese es un
trabajo de humildad y no de exigencia imperativa.
Muchas veces esa exigencia comienza en la niñez, cuando entramos en la
competencia de las notas, de tener los primeros puestos de ser “los mejores”,
y continúa por el resto de nuestra vida.
Donde hay comparación, hay envidia y frustración, el entrenamiento radica en
la auto-aceptación y la aceptación.
La aceptación es el estado suave y armónico que nos aclara el camino, una
vez que hemos aceptado nuestros errores, nos aclaramos y continuamos el
avance en calmada reparación de esos errores, sin apremio, sin soberbia, sin
culpa, ni rabia.
Todo el secreto del Ho ́oponopono es no dejarnos llevar por la rabia, la culpa o
el miedo:
(…)puedo denunciar a aquel que ha cometido un delito con el más elemental
sentido de justicia, pero no tengo porque odiarlo,
(…)puedo divorciarme de mi pareja porque se acabó la relación… ya no nos
gustamos, pero no tengo porque hacerlo con rabia,
(…)puedo decirle a mi jefe que estoy en desacuerdo, pero no hay porque hacerlo
con miedo o con rabia,
(…)puedo dar un castigo a mi hijo para disciplinarlo, pero sin culpa y sin rabia.
Con esto quisiera explicarme: no me convierto en una persona sin opinión, y
sin gustos y aversiones, sino que lo hago desde mi estado más auténtico.
Porque cuando mezclo la rabia en cualquiera de mis relaciones personales, ya
no estoy siendo auténtica sino que estoy expresándome desde el desamor que
es todo lo que no soy.
Las memorias de violencia, rabia, carencia, siempre generan más de lo mismo,
en cambio cuando activo mis memorias de paciencia, tolerancia, clemencia y
constancia, me estoy expresando desde mi YO SOY.
Qué sucede entonces si descubro que hasta hoy día me había estado
expresando desde el desamor.
Que muchas de las memorias que tengo activas son las que me alejan del
amor.
Bueno , aplico el método que ya conozco: reconocer, aceptar y corregir,
entonces, lo primero será reconocerlas y aceptar que las memorias son mías y
que están activas y me generan sufrimiento y como no sé qué hacer: me derroto
(pero he aprendido que a lo que me resisto persiste y lo que acepto se transmuta).
Derrotarse es reconocer con humildad que yo no puedo cambiar ni transmutar
esas memorias, que sólo Dios puede hacerlo… entonces la dejo en Sus
manos. Y es allí en donde comienza la corrección.
Debo confesarte que me derroto una y otra vez ante mi soberbia, cada vez que
critico, hablo mal de alguien, aunque ese alguien sea un político o el servicio
deficiente de un comercio o el comportamiento de mi hijo.
Me derroto, ¡yo sola no puedo! la crítica me gana, entonces se la entrego a
Dios para que me muestre el camino, si no puedo decir nada bueno de mi
prójimo, mejor me callo, si hay algo en lo que no estoy de acuerdo puedo
expresar mi desacuerdo sin necesidad de pelearme, tanto si es una persona
conocida o el dependiente de una tienda.
Cuando uno comienza a corregirse, cada vez va teniendo mayor claridad y es
increíble cómo vamos distinguiéndo la rabia colándose por las “rendijas”, pero
al continuar corrigiéndonos, sucede algo sorprendente:
Las puertas se abren, lo que creíamos imposible sucede, y como diría Kafka:
“ el mundo cae rodando a tus pies”.
Es muy simple, si estamos en contínua queja y desconformidad internamente,
externamente sucede lo mismo, generamos más y más situaciones para
alimentar ese estado.
En cambio en estado de aceptación, es decir de no resistencia, la vida fluye
con flexibilidad y armonía
Para terminar me gustaría compartir esto contigo: hace unos días, cuando le
comentaba a mi esposo que estaba tratando de callarme en vez de criticar, el
me recordó una frase de Ernest Hemingway :
“Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta años para aprender a
callar”.
Bueno este año cumpliré los sesenta y dos, ¡ojalá y por fin aprenda!!
Que tengamos paz mas allá de todo entendimiento.
Divino Creador, Padre, Madre, Hijo, los tres unidos como solo Uno. Te
entrego mis cadenas mentales para que Tú las transmutes en luz de
libertad.
Enséñame a ver lo bueno, decir lo bueno y hacer lo bueno.
¡Y así se ha hecho!
Lo siento, por favor perdóname
Te amo, Gracias
Ana Maria
Aloha Ke Akua
“Dios está dentro”, “Dios es Amor” “Dios Es YO SOY”