Cuántas veces escuché hablar de la autoestima y siempre, esa palabra
llevaba consigo la carga de alguna opinión externa a mí, cuando aprendí
que el secreto está en la autoaceptación, aceptarme yo misma, amarme y
reconciliarme internamente, entonces supe, que eso era lo que yo quería.
Autoaceptación significa reconocer que soy valiosa y digna de ser
querida y respetada a pesar de no ser perfecta. Mi valor es la existencia,
esa existencia que es una sola y que compartimos todos.
Tengo 63 años, y cuando uno llega a esta edad la vida te regala algo muy
bueno: la ventaja de observar cómo fueron los resultados.
He convivido con tantas personas, y he vivido tantas experiencias, que
hoy puedo valorar muchas situaciones en su dimensión correcta.
Aquellos que aprendieron a aceptarse, valorarse y contrastarse,
invariablemente han llegado a un estado de estabilidad emocional y paz,
independientemente del trabajo que realizan, su condición social o
económica.
La autoaceptación es un bálsamo, deja la comparación y la competencia
de lado, y sólo es el contraste consigo misma. Ahora hago eso, me
contrasto, como estaba ayer y cómo estoy hoy, y mantengo muy presente
mi tendencia a los defectos de carácter para no repetirlos; borro, limpio,
limpio, gracias a Dios tengo esta herramienta maravillosa del
Ho´oponopono, nunca sabré cuántas memorias avalan esos defectos de
carácter, entonces me mantengo alerta y limpiando.
Estar alerta, es estar despierta, atenta, presente y feliz.
Vivir en el presente es aceptar que hoy estoy en paz, sólo por hoy, hoy
hago mi mejor esfuerzo, hoy enfrento los retos de hoy, hoy es
interminable porque es el único tiempo que existe: HOY.
Aceptarme y aceptar mis errores de cálculo, no quiere decir que me
gusten, es que ya no voy en “contra de”, recuerdo el principio básico: “a
lo que me resisto, persiste, lo que acepto se transmuta”, mi educación
me orientaba a la perfección y mientras más perfecta quería ser, ¡más
infeliz me sentía!
Lamentablemente esa misma medida la usaba para la exigencia que ponía
en quienes me rodeaban.
Me revelaba en contra de lo que me disgustaba de mí, quería ser siempre
más delgada, más exitosa, más inteligente, más bella: Perfecta según la
imagen y modelo que, en algún lugar mi memoria tenía grabada.
El sentir que mi felicidad estaba condicionada a llegar a esas metas
inalcanzables era agotador.
Y de pronto descubro que la verdad es que soy “perfectamente
imperfecta”, que valgo porque existo, que toda mejoría es ganancia, y
que cada caída es experiencia y que me puedo levantar cuando me caigo
y ¡me levanto con más sabiduría!
Autoaceptación es sabiduría y la sabiduría lejos de venir con el
aprendizaje intelectual, llega con el conocimiento de uno mismo, y
cuando finalmente llegamos a conocernos, nos integramos a la creación,
¡ya nada nos es ajeno!
Que tengamos paz, más allá de todo entendimiento.
Divino Creador, Padre, Madre, Hijo, los tres unidos como sólo Uno, te
entrego mis memorias equivocadas para que Tú las transmutes en luz.
Enséñame a tener tolerancia, flexibilidad y alegría de vivir.
Y Asi se ha hecho
Lo siento, por favor perdóname
Te amo, Gracias
Ana Maria
Aloha Ke Akua
“Dios está dentro”, “Dios es Amor” “Dios Es YO SOY”