Una de las lecciones más intensas que recibí en este camino de tratar de ser una mejor persona, fue cuando muy orgullosa conseguí congregar a toda mi familia, esposo, hijos y también hijos políticos para una reunión familiar.

Liderada  la reunión por Eduardo, mi maestro y consejero, me sentía privilegiada. Como jugar un partido de fútbol siendo dueña de la pelota y favorita del árbitro.

Pero fue grande mi sorpresa cuando la reunión comenzó con Eduardo preguntando a uno por uno ¿Qué te molesta de la conducta de Ana Maria?

Yo, la madre superada, la que tuvo la iniciativa, la que supuestamente había superado mis limitaciones, estaba siendo  machacada por cada uno. ¡Estaba siendo goleada con mi propia pelota! Y cada vez que yo quería intervenir diciendo “Si, pero….” Eduardo me decía “calla y escucha…”

Para qué contarte que terminé devastada. Después de todo no era todo lo que yo pensaba y cada comentario fue como un balde de agua fría. Y al no poder polemizar los comentarios, fueron asentándose en mi consciencia y luego de verlos con más calma, me di cuenta de lo mucho que faltaba por trabajar.

Que tenían razón en mucho de lo que me habían dicho.

Nos creemos dueños de la verdad y no nos damos cuenta que muchas veces con esa actitud afectamos a los demás. Tendemos a ser controladores y a veces hasta inflexibles en nuestras ideas.

Si hay algo que nos cuesta perder o soltar, son algunas de nuestras ideas.

Ese día tuve una gran lección que me ha servido mucho en mi aprendizaje: ESCUCHAR.

Escuchar a los otros es bueno, puede que no compartas su opinión, pero igual cada quien tiene una opinión de las cosas  y para quien la expresa es valida y hay que respetarla.

En principio a ti y a mí nos gusta que los demás tomen en cuenta nuestra opinión, y como la regla básica nos dice: “No le hagas a otro aquello que no quieres que te hagan a ti”, entonces no dejes de considerar y respetar la opinión de los demás.

Luego vendría el Ho`oponopono y comprendí lo útil que puede sernos escuchar y considerar como válidas las opiniones de los demás, ya que si las memorias negativas no se nos muestran ¿Cómo podremos tratar de limpiarlas? Si nos creemos ya realizados, estamos perdiendo la oportunidad de ir mejorando muchos aspectos.

Desde entonces he aprendido a escuchar, revisar, aceptar y reparar.

También es cierto que siendo adultos, los conflictos que tenemos con los demás son de nuestra exclusividad. Es para trabajarlos personalmente, todo conflicto nace en mí y termina en mí.

Si bien es cierto debemos reconocer que hemos cometido muchos errores en el camino, también es momento de repararlos.

Comentarios como:

“Mama, tú no estuviste presente cuando era niño”

Cierto, no estuve. Pero ahora estoy acá, cuentas conmigo: Eso es reparar.

No podemos darle vuelta al pasado, pero podemos reparar en el presente.

 Si eres tú la del conflicto, trabájalo internamente y también repara. Para comenzar, perdonándote.

Por favor créeme, el perdón nunca va a la otra persona, es a nosotros mismos. Y cuando todo te lo hayas perdonado, nada habrá que perdonar a los demás. Ni a tus padres, hermanos, amigos, etc.

Escucha,  revisa, acepta y repara. Esa es la fórmula de la felicidad.

No culpas, sí reconocer errores.

No Victimas ni victimarios.

Sí seres responsables, que aceptan y comprenden.

La próxima vez que alguien te haga un comentario que no te gusta, solo escucha. No polemices, analiza.  Y si lo crees cierto, repara. Es la mejor forma de ser un mejor ser humano y sobre todo, de eliminar los resentimientos y el rencor de nuestras vidas.

Que tengamos paz, más allá de todo entendimiento.

Divino Creador, Padre, Madre, Hijo, los tres unidos como sólo UNO. Te entrego mi falta de humildad y tolerancia para aceptar que hay mucho en mi que aun puedo mejorar

Enséñame a escuchar, revisar, aceptar y reparar.

¡Y así se ha hecho!



Lo siento, por favor perdóname



Te Amo

Gracias
 




Ana María